Hace un mes sentí el dolor más grande que puede sentir un ser humano. Desde ese día el mundo se detuvo, todo se rompió, y la herida fue tan honda que sé que nunca nada volverá a doler más que eso.
Desde entonces, busco el dolor en distintas formas:
un piercing, otro, otro, y otro más… floggers, BDSM… Pero nada. Las sensaciones existen, sí, pero no duelen. Es como si después de atravesar el incendio más feroz, cualquier chispa se volviera insignificante. Como si la piel, el cuerpo, el alma, hubieran quedado insensibles.
Me pregunto si, cuando se conoce el dolor absoluto, el resto deja de importarnos. Si después de quebrarse de verdad, una se vuelve fría, intocable, inmortal frente al daño.
Y, sin embargo, lo necesito.
Necesito volver a sentir dolor físico para asegurarme de que sigo viva, para confirmar que aquel día no me morí con él.
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